SEPTIEMBRE
Septiembre va deshaciendo los días
como la llama consume la cerilla.
Va tejiendo las noches con hilos
negros de melancolía.
Septiembre irrumpe como un seísmo.
Llega después del bullicio,
de la vida con sonido a niños
jugando en la plazuela,
de la vida con olor a hierbabuena
y a campos de oro peinados
por el hierro de rulos tragantes.
Cuando llega septiembre me sacudo
el yodo y la sal de los talones.
Vuelvo a poner en hora el reloj.
Archivo las conversaciones de madrugada
para cuando el hielo congele tus labios.
Embotello rayos de sol, me los bebo
a sorbos pequeños los días grises
y los
descorcho contigo en el ascensor
o en la escalera.
Me aguanto las ganas de hablarle a la Luna
con la brisa por testigo.
Cuelgo el olor a jazmín en el armario
para que no huela a cerrado.
Guardo el azul del cielo en un cajón.
Con él me visto los días marrones,
esos en los que
la vida la toma conmigo
y me espera detrás de una esquina
con cuchillas entre los dientes
Descargo el canto del grillo en
el último cigarro del día
y mojo en el café
rápido de la mañana
el vibrante tarareo de la chicharra.
Es septiembre, machete que corta,
que rompe, que separa, que divide…
Septiembre embarulla la calma con la nostalgia.
Me trae tu recuerdo.
Fue en septiembre
cuando la
vida comenzó a hacerte las maletas.
Cayeron todas las hojas de golpe.
Quedaron desarropados los árboles
y mi
existencia.
No hubo tregua, ni abrigo, ni consuelo.
Se heló la vida en septiembre.
En septiembre, el marzo de Buenos Aires,
llega el orden desordenándolo todo.
Colisionan sentimientos, y recuerdos, y dolores
y pasiones, y
pesares, y piedades, y ternuras…
Desde el suelo, comienzo a recoger los pedazos.
Aún me queda tiempo para recomponer
los sentires hasta el próximo septiembre.
Alicia Fernández
@Alicia_FdezMtne